6.8.06

Las leyendas del río Mamoré I Parte

Mística, leyendas y rutinas de la “madre de todas las aguas”

Un sinfín de historias se agolpan alrededor de uno de los pocos cauces navegables de Bolivia. Se habla desde una serpiente enorme hasta de una civilización perdida.

Contado por Álex Ayala.Revista Escape.
En mis sueños hay siempre un río que está despierto. Su nombre es el Mamoré, eje de las rutinas y las historias de parajes como Trinidad y los llanos de Moxos. De aguas del color del chocolate, su cuenca cubre una superficie de 222.000 kilómetros cuadrados, por donde los barcos suben y bajan cargados de garrafas de gas, frutas, ganado y encomiendas de toda clase. También de leyendas, porque el Mamoré es un río místico, literario, como lo son el Congo y el Amazonas, en el que todo tiene un sabor a viejo, y un olor fuerte a vidas y muertes.
Mi travesía comienza en Puerto los Puentes, un lugar en el que la jornada transcurre entre tablones de madera, donde los barcos son las casas y las casas son los barcos; donde se lava la ropa en el mismo río, desde una canoa; donde en las embarcaciones —casi todas con la forma de gran pontón cuadrado— se cocina sólo a leña; donde los niños crecen junto a los relatos de las aguas, pues cuando su “hogar” se llena con mercadería, la navegación inicia ya su curso.
Un barco de época, con el estilo de los vapores que antaño cruzaron el río en los tiempos del auge de la goma, es mi cobijo. Fiel inquilino del Mamoré, lleva escrito en su c
uerpo de metal y madera una parte del alma del río. Su nombre es Reina de Enín, en honor a una civilización antigua que pobló estas mismas pampas, selvas y lagunas, y bajo su coraza arrastra la esencia de los seres del río, tanto de los conocidos como de los extraños, fantásticos o mitológicos.
Entre extraños animalesEl rugido del motor al encenderse es como un bufido. “Su sonido me recuerda al jichi”, comenta Carmelo Ortiz Nosa, oriundo de una de las comunidades que velan el Mamoré día y noche. “Yo no lo he visto, pero dicen que es como una serpiente
de 25 metros de largo y un grosor como los barriles de 200 litros. Cuando sale a flote, parece un tronco negro. Va casi siempre corriente arriba, y se aparece antes de las tormentas eléctricas. Su fuerza es tal, que es capaz de arrancar las redes de los pescadores”.
El jichi no es el único animal extraño que surca la cuenca. Los más ancianos cuentan que todo un entramado de cuevas aloja en el fondo de las aguas a los seres más increíbles que el hombre puede imaginar.
Se dice, además, que los bufeos —delfines de agua dulce— se convierten en mujeres algunas noches para adentrarse en las comunidades y conseguir una pareja. Y que, cuando están cerca, jamás dejan ahogarse a nadie. Por eso es que, salvo alguna vez para usar su aceite como medicina, no son atacados por los habitantes de las orillas.
En las proximidades del río también camina el tigre-gente, “un ser humano que tiene la capacidad de convertirse en tigre”, dice Carmelo.Mientras, la dueña de las lagunas que circundan el Mamoré es la reina Victoria, que emerge de un tarope de hoja grande los días de eclipse.
“Muchas etnias, como la yuracaré, la trinitaria y la mojeña —explica Cristian Vaca Zelada, borjeño afincado en Trinidad—, por su cultura piensan que todos los animales son personas. Así, creen, por ejemplo, que el marimono es un niño al que su mamá lo abandonó. Por eso, no lo matan. También nombran a sus hijos con elementos relacionados con la naturaleza. Si mataron a un tigre al mediodía, lo llaman 'Tigre del Mediodía'. Si nació en medio de truenos y de rayos, le dicen 'El Hijo de la Tormenta'...”.
Es tarde. En el Mamoré anochece y decenas de animales reclaman su pedazo de mística. Son bufeos que emergen como en una improvisada danza, caimanes que dormitan al sol, garzas en una pose casi estática y parabas. Son pirañas, monos bromistas y tortugas. Son, en definitiva, una gran parte de la esencia encadenada al río.

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